Cuando el octágono se convierte en una tragedia: la rodilla jodida de Deiveson Figueiredo en UFC Des Moines

 No hay nada más gacho que ver caer a un guerrero. Y no porque pierda una pelea, sino porque se rompa… y feo. Eso fue justo lo que pasó con Deiveson Figueiredo en UFC Des Moines. La neta, no sabíamos si estábamos viendo una pelea o una ejecución quirúrgica sin anestesia cortesía de Cory Sandhagen. ¡Qué bruto, qué manera de destruirlo!

imagen: www.elrocktagono.com

Yo me aventé esa función como si fuera final del Mundial. Me puse mis cheves, algo para botanear, y me recargué en el sillón con la esperanza de ver una guerra digna. Y vaya que la hubo, pero más bien fue una masacre de un solo lado. Desde el primer round ya se notaba que algo andaba mal. Deiveson no traía el mismo ritmo, y Sandhagen llegó filoso, como si tuviera que demostrarle al mundo que él es el que sigue para el título. Y pues sí lo hizo… con todo y destrucción incluida.

Los gritos desde la esquina y la cámara lenta del drama

Lo que más me dolió fue ver su cara. No era dolor físico nada más. Era frustración, rabia, impotencia. Un campeón que sabe que su cuerpo lo acaba de traicionar en el peor momento. La esquina gritaba, el referee se acercaba. Y sí, al final se rindió por el dolor. Ni modo, había que cuidar lo poco que quedaba de esa rodilla. Una rodilla que, según dijeron después, necesitaba cirugía urgente.

Imagínate el bajón. El tipo que fue campeón en dos divisiones, el que había bajado de peso para demostrar que seguía siendo una bestia… y de repente se va casi sin poder caminar. Probablemente su rodilla lo saque del mapa por un buen rato.

¿Y ahora qué sigue para Figueiredo?

Pues esa es la pregunta del millón. Los doctores ya dijeron que necesita cirugía reconstructiva. El ligamento cruzado, el menisco y sabe Dios qué más quedaron hechos pedazos. ¿Cuánto tiempo fuera? Nadie sabe con certeza, pero fácil hablamos de 9 meses o más. Y eso siendo optimistas.

Marca sacó una nota buena sobre esto. Ahí te explican cómo la carrera de Figueiredo ha estado llena de altibajos, lesiones, bajadas y subidas de peso, y cómo esta podría ser la gota que derrame el vaso. Digo, el vato tiene 37 años, y por más que esté mamadísimo, el cuerpo ya no se regenera igual. Esta lesión podría ser la que marque el principio del fin.

Y aún así, el brasileño dijo que piensa volver. Que esta no es su última pelea. Que quiere revancha, aunque tenga que volver a empezar desde cero. Y eso, la neta, se respeta. Porque muchos con menos ya hubieran colgado los guantes.

Deiveson Figueiredo (imagen: www.youtube.com )

Sandhagen, el verdugo que ahora mira al título

Por otro lado, Sandhagen aprovechó la noche como Dios manda. No solo ganó, ganó dominando. Se puso en la mira del título y mandó un mensaje claro: “aquí estoy, y vengo por todo”. Y es que el güey no solo pega fuerte, también piensa. Supo cómo neutralizar a Figueiredo, cómo forzar los intercambios y cómo castigar esa pierna hasta dejarla inútil.

En la conferencia post-pelea, hasta se notaba que ni él creía lo fácil que se le dio. Lo dijo con respeto, claro, pero también sabiendo que esa victoria lo catapulta directo a la élite. Mientras uno se va al quirófano, el otro se sube al tren del título. Así es este negocio: brutal, injusto y glorioso a la vez.

La fanaticada dividida, pero con respeto

En redes fue un desmadre. Unos decían que Figueiredo ya estaba acabado, que mejor se retirara. Otros, que era un héroe por seguir luchando hasta el final. Y yo digo: ¿por qué no las dos? El vato está roto, sí, pero también tiene corazón de campeón. Y eso, la neta, no se ve todos los días.

Lo que no se vale es burlarse. Porque una lesión así no es cualquier cosa. No estamos hablando de un golpe o un rasguño. Es la base del movimiento, la esencia de un peleador. Sin rodilla no hay patadas, no hay desplazamiento, no hay defensa. Básicamente, es como tratar de boxear con una mano amarrada.

México lo sintió como propio

Aunque Figueiredo sea brasileño, muchos acá en México lo adoptamos. Porque su estilo va con nuestra raza: aguerrido, frontal, sin miedo. Por eso, cuando lo vimos caer, se sintió personal. Como si uno de los nuestros hubiera sido apuñalado en plena batalla.

Y es que UFC Des Moines no era cualquier evento. Era la prueba de fuego para varios contendientes, y se esperaba que esta pelea fuera la más pareja. Pero a veces, el destino tiene otros planes, y la rodilla de Figueiredo fue el precio.

El legado no se rompe con una rodilla

Al final del día, lo que Figueiredo ha hecho no se borra con una lesión. Fue campeón mosca, campeón gallo, dio guerras inolvidables. Y aunque ahora esté fuera del radar por un buen rato, su nombre ya está en la historia.

Habrá que ver cómo regresa. Si decide seguir, tendrá que hacerlo con inteligencia. Quizás ya no sea el de antes, pero eso no le quita lo bailado. Y si decide retirarse, pues se va como se van los grandes: en la lona, pero con el alma en alto.


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