Dustin Poirier: El guerrero que se va con los guantes bien puestos

Smart World abril 25, 2025

 Mira carnal, si alguna vez has visto un tiro de esos que te hacen gritar hasta quedarte ronco, seguro el nombre de Dustin Poirier te suena más que las cumbias en la fiesta del barrio. Este vato no solo ha peleado en la UFC, la ha hecho su casa, su ring, su zona de guerra. Pero como todo en esta vida, hasta los más chingones saben cuándo colgar los guantes, y ese momento ya le llegó a Poirier.

Dicen que su última pelea será contra Max Holloway, otro perro bravo del octágono, y aunque a muchos les sacó de onda la noticia, la neta es que Poirier se está yendo como se debe: en la cima, con el respeto de todos y después de haberse rifado como los grandes.

Dustin Poirier (foto: www.sportskeeda.com)

Un vato de calle, pero con corazón de campeón

Dustin Glenn Poirier nació en Lafayette, Louisiana, en 1989. Sí, ese rincón de los Estados Unidos donde la cultura cajún, la buena cocina y la raza ruda son cosa de todos los días. Desde morro le gustaba el desmadre, las peleas callejeras, la adrenalina. Como muchos compas de barrio, la vida le puso más piedras que caminos. Pero el loco encontró en las MMA una salida, una forma de canalizar esa energía salvaje que traía por dentro.

Y no, no era de esos que solo suben al octágono a hacer show. Poirier era de los que se rifaban el alma en cada round. Gente como Khabib Nurmagomedov, Conor McGregor, Justin Gaethje o Michael Chandler saben de lo que hablo. A varios de esos los enfrentó, y a otros les dio sus buenos guamazos. Con decirte que le ganó dos veces a McGregor, ese irlandés que habla más que político en campaña, ya con eso te das una idea.

Un estilo que no se enseña en las academias

El estilo de Poirier era una mezcla de técnica, corazón y puro coraje. Su fuerte siempre fue el striking: patadas, codazos, puños, todo lo tiraba con malicia. Pero también se defendía en el piso, no se rajaba si lo llevaban al suelo. Era de esos peleadores que, aunque fueran perdiendo en puntos, seguían buscando la pelea, tirando trancazos hasta que se acababa el reloj o el rival.

Nunca fue el más atlético ni el más flashy, pero tenía lo que pocos tienen: hambre. Y eso, compa, no se compra ni con todo el dinero de los jeques árabes.

La guerra que lo hizo leyenda

Una de las peleas que lo puso en el mapa fue contra Justin Gaethje en 2018. Si no la has visto, ponle pausa a esta lectura y búscala en YouTube. Fue una guerra sin cuartel, de esas que hacen que el corazón te lata a mil. Puro madrazo de ida y vuelta, y al final Poirier lo noqueó.

Después vinieron otros combates igual de brutales. Se coronó campeón interino de peso ligero cuando le ganó a Max Holloway (sí, el mismo con el que ahora se va a despedir). Pero el cinturón indiscutido se le negó, sobre todo cuando se topó con el imparable Khabib.

Y ni modo, a veces la cima no se alcanza, pero Poirier se quedó ahí, en el olimpo de los guerreros, como esos soldados que aunque no ganan la guerra, son recordados por el valor con el que pelearon.

La trilogía con McGregor: puro circo y fuego

Las peleas con Conor McGregor fueron otro rollo. La primera vez perdió, pero después lo cazó dos veces. En la segunda, le conectó una zurda que tumbó hasta el orgullo del irlandés, y en la tercera McGregor terminó con la pierna tronada.

Más allá de los billetes y el circo mediático, Poirier demostró que no se achica ante nadie, que sabe pegar donde duele y que, a diferencia de muchos, él no necesita hablar de más: sus puños hacen todo el ruido.

La pelea final contra Max Holloway

Y ahora sí, vámonos a lo que nos trajo aquí. El próximo tiro será contra Max Holloway. Dos viejos conocidos, dos guerreros que ya se han topado antes, pero que ahora se verán las caras en un contexto muy diferente.

Esta será la pelea de despedida de Poirier. Y no será cualquier combate. Es el tipo de duelo que hace historia, de esos que los fans se quedan viendo parados, con los ojos bien abiertos, porque saben que están presenciando algo especial.

Max Holloway tampoco es cualquier peleador. Viene en buena forma, y aunque está subiendo de división, trae con qué. Por eso este combate será una guerra civil entre dos veteranos que ya no tienen nada que probar, pero que quieren dejar todo en la lona una última vez.

dustin poirier vs max holloway (foto: www.timesnownews.com)

¿Por qué se va Dustin?

La verdad, el cuerpo ya no responde igual. Aunque sigue teniendo pegada y corazón, Poirier ya siente el desgaste. Lleva más de 35 peleas profesionales, muchos rounds, muchas guerras.

El retiro no es un fracaso, es una decisión inteligente. Irse mientras todavía puede caminar bien, hablar claro y disfrutar de su familia. Porque eso también importa. Detrás del guerrero hay un papá, un esposo, un hombre que ya cumplió su ciclo dentro de la jaula.

Además, como dicen en el barrio: "Más vale saber cuándo irte, que quedarte hasta que te saquen en camilla".

¿Y ahora qué sigue?

Pues ahora se abre la puerta para nuevas caras. Uno de los que más va a aprovechar esta salida es Ilia Topuria, un jovenazo que viene empujando fuerte. Con Poirier fuera del camino, las oportunidades se reparten de nuevo. El trono está vacante, y todos quieren sentarse.

Pero aunque vengan nuevos gallos, el nombre de Poirier seguirá siendo parte del folklore de la UFC. No fue el más mediático, ni el más bonito, pero sí uno de los más respetados.

¿Qué deja Poirier?

Deja un legado, y no lo digo por decir. Deja la imagen del peleador que nunca se raja, que entra al octágono con la cara de “hoy me toca morir o ganar”. Deja una historia de superación, de cómo un chavo que pudo acabar mal terminó siendo ídolo de millones.

También deja The Good Fight Foundation, su fundación benéfica que ha ayudado a muchísima gente necesitada. Porque además de romper caras, Poirier también tiene corazón.

Y eso, compa, vale más que cualquier cinturón.

Fuentes de consulta:

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