Jack Della Maddalena: el cabrón que vino desde abajo para chingarse la cima del peso wélter en la UFC

 Si uno revisa la historia de las artes marciales mixtas, se encuentra con varios nombres que hicieron ruido fuerte, pero pocos con la velocidad, precisión y sangre fría con la que ha subido Jack Della Maddalena. Este australiano, que parece salido de una película de gánsters por la forma tan brutal y calculada de pelear, no solo llegó a la UFC para hacer bulto. El vato vino con la misión clara de convertirse en una máquina de destrucción... y lo está logrando.

Jack Della Maddalena (imagen: www.foxsports.com.au)

Y no es rollo. Lo de este compa no es solo técnica o buena racha: es instinto, mentalidad de killer, y un estilo que mezcla el boxeo puro con una calma que pone nervioso hasta al más veterano del octágono. Uno de esos que parecen disfrutar mientras están partiendo caras. Y lo más cabrón es que lo hace con una elegancia medio sádica, como quien se echa una chela viendo el caos que él mismo armó.

La noche que todo cambió fue en UFC 315, donde Jack se rifó un tiro de esos que se quedan en la memoria colectiva. Enfrente tenía a Belal Muhammad, que no es cualquier hijo de vecino: era un contendiente durísimo, de esos que te mandan al hospital si parpadeas de más. Pero Della Maddalena no se achicó ni un poquito. Al contrario, parecía que lo había estado esperando toda su vida. Desde el primer round se notó que Jack venía por el cinturón y no tenía planes de dejarlo pasar.

La pelea fue una masacre técnica. Sangre, gritos y golpes que sonaban como si alguien estuviera rompiendo cocos con un mazo. Y ahí, en medio del desmadre, Jack mantuvo la cabeza fría, cortando distancia con una tranquilidad pasmosa. Los jabs entraban como cuchillos calientes en mantequilla, y cada vez que Belal intentaba responder, se topaba con una defensa férrea y un contragolpe preciso.

Y es que eso es lo que hace especial a este peleador. No es solo que gane, sino cómo gana. No es de esos que se avientan al tumba por tumba a lo bruto. El güey piensa, espera, estudia. Pero en cuanto ve el hueco, se mete y lo aprovecha sin piedad. Como tiburón que huele sangre.

Después de esa pelea, las redes explotaron. En especial un personaje que no se quiso quedar callado: Ian Garry. Este irlandés, que también está subiendo fuerte en la división, no perdió la oportunidad de echarle flores a Jack… pero también dejó entrever que, más temprano que tarde, se lo va a topar. Como quien dice: "qué buena madriza te aventaste, pero ahí nos vemos pronto". Lo dijo con respeto, pero también con ese tonito de “no te emociones tanto, campeón”.

Y bueno, no hay que ser un genio para darse cuenta que un tiro entre Jack y Garry se está cocinando lento, pero sabroso. Si las cosas siguen como van, podríamos estar frente a una de esas rivalidades que hacen historia. Ambos jóvenes, ambos invictos en UFC hasta ese punto, ambos con estilos bien distintos pero igual de peligrosos. Garry es más showman, más al estilo Conor McGregor, mientras que Jack es todo lo contrario: silencioso, letal, sin necesidad de abrir tanto el hocico. De esos que no prometen, pero cumplen... y con intereses.

Lo que sorprende también es la rapidez con la que Della Maddalena se ha hecho un nombre. Muchos peleadores tardan años en tener peleas relevantes. Jack, en cambio, lleva menos de cinco años en la gran liga y ya se anda codeando con los meros meros. Y ojo: no por compas o por marketing, sino por mérito propio. No hay pelea en la que no salga a matar. No hay oponente que lo haya hecho ver mal. Si acaso, ha tenido momentos donde lo han empujado, pero siempre responde como se debe: con puños y sangre fría.

Jack Della Maddalena (imagen: www.foxsports.com.au)

Para entender un poco de dónde salió este fenómeno, hay que regresar a su tierra natal. Jack viene de Perth, Australia, un sitio que no está precisamente en el mapa por producir monstruos del octágono. Sin embargo, el tipo se formó en el boxeo desde morro, y luego se fue metiendo a las MMA como quien se clava en un vicio. De hecho, él mismo ha dicho que lo suyo es el striking, y se nota: tiene un estilo limpio, sin florituras, directo al grano.

Y a pesar de esa sobriedad en su forma de pelear, el carisma de Jack es innegable. No es el tipo de peleador que grita o provoca, pero eso también lo hace más interesante. Cuando habla, lo hace con calma, como quien sabe que no necesita alzar la voz para que lo escuchen. De hecho, después de su victoria en UFC 315, no se le subió a la cabeza. No dijo mamadas ni pidió tres cinturones de inmediato. Simplemente agradeció, se mantuvo centrado y dejó que los hechos hablen por él. Así, sin tanto choro, ya se ganó el respeto del público y de sus colegas.

Los fans mexicanos, que no somos fáciles de impresionar, ya lo traen en la mira. Y cómo no: el estilo de Jack va muy bien con lo que aquí se aprecia. Un peleador que entra al tiro sin payasadas, que se faja cuando hay que hacerlo, y que no le corre a nadie. Uno de esos cabrones que, aunque no lo conozcas bien, te dan ganas de verlo pelear porque sabes que va a haber madrazos sabrosos.

Claro, esto apenas empieza. Aunque ya se coronó en UFC 315 contra un rival de peso como Belal Muhammad, queda ver si puede mantenerse en la cima. Porque llegar, muchos llegan… pero sostenerse ahí es otra historia. Y más en una división como la wélter, donde los nombres están pesados: Leon Edwards, Colby Covington, Kamaru Usman (aunque ya anda de salida), y varios más que no se van a dejar bajar tan fácil.

Pero si Jack sigue con este paso, no hay duda que va a marcar una era. No es por exagerar, pero el morro tiene madera para convertirse en leyenda. No por el hype, no por los comerciales, sino porque tiene lo que pocos tienen: huevos, cabeza y puños con metralla.

En resumen, lo de Jack Della Maddalena no es casualidad. Es el resultado de un camino bien llevado, de disciplina, y de una mentalidad que no se ve todos los días. En UFC 315 no solo ganó el cinturón; se ganó un lugar en la historia. Y eso, mi compa, no se compra ni con toda la lana del mundo. Eso se gana con sangre, sudor y madrazos bien dados.

Estaremos pendientes del siguiente capítulo de esta novela, porque si algo está claro es que Jack no ha escrito ni la mitad de su historia en UFC. Lo que viene promete ser todavía más brutal. Y nosotros, como buenos aficionados al desmadre deportivo, ya tenemos nuestras palomitas listas.


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