Si hay una mujer que puede decir que rompió madres en el mundo de los deportes de combate, esa es Ronda Rousey. No solo fue la primera campeona de la UFC, sino que también pasó de ser una judoca olímpica a una estrella del entretenimiento en la WWE. Pero como todo en la vida, cuando estás en la cima, tarde o temprano alguien te baja de un chingadazo.
Ronda lo tuvo todo: fama, dinero, respeto… y luego, en un abrir y cerrar de ojos, el mundo de las MMA le dio la espalda. De imparable a invisible, su historia es un recordatorio de que el éxito en los deportes de combate es como la quincena: dura poco y cuando te das cuenta, ya se fue.
Vamos a recordar cómo esta mujer cambió el juego, lo dominó, y después se dio cuenta de que en este negocio, siempre hay alguien más joven, más rápido y con más hambre de gloria.
Una infancia complicada y un talento natural para partir hocicos
Desde chiquita, Ronda no la tuvo fácil. Nació con problemas en el habla, lo que la convirtió en blanco de burlas y dificultades para comunicarse. Pero en lugar de hacerse la víctima, su mamá la metió a judo, y ahí encontró su verdadera vocación: tirar gente como costal de papas y someterlas hasta que pidieran esquina.
No era cualquier judoca del montón, no señor. En los Juegos Olímpicos de Pekín 2008 se colgó una medalla de bronce, convirtiéndose en la primera mujer estadounidense en hacerlo en judo. Pero aunque eso suena impresionante, ser medallista olímpica no siempre se traduce en billetes, así que después de probar suerte como entrenadora y hasta como mesera, decidió meterse de lleno en las MMA.
La era de Ronda en la UFC: una carnicería sin piedad
Cuando llegó a las artes marciales mixtas, Ronda se volvió una máquina de destrucción. Su firma era el armbar, una llave de brazo que se la aplicaba a todas sus rivales como si estuviera repartiendo dulces en una piñata.
Dana White, el mero mero de la UFC, alguna vez dijo que jamás habría mujeres peleando en la compañía. Pero Ronda lo hizo cambiar de opinión y se convirtió en la primera campeona de peso gallo femenino en la historia de la UFC.
Y luego… arrasó con todas.
Las peleas de Ronda duraban menos que un comercial de YouTube. 14 segundos, 16 segundos, 34 segundos… así despachaba a sus rivales. Y no era solo que ganaba, era cómo ganaba. Su estilo agresivo, su confianza (rayando en lo soberbia) y su carisma hicieron que la UFC vendiera sus peleas como si fueran eventos históricos.
Se convirtió en una estrella global, con patrocinios, portadas de revistas y hasta papeles en películas. Parecía que nadie la podía tocar… hasta que la realidad le pegó en la cara.
El principio del fin: la caída ante Holly Holm
Todo iba bien hasta que Ronda se confió demasiado. Llegó el día en que enfrentó a Holly Holm, una boxeadora con precisión quirúrgica y una patada que parecía salida de una película de Bruce Lee.
Esa noche, Ronda descubrió lo que era estar del otro lado de un highlight. Holm le acomodó una patada en la mandíbula que la mandó a dormir de una forma que nadie había visto antes. Fue como ver a Superman perder sus poderes.
Y ahí empezó la debacle. Después de la derrota, Ronda desapareció. Se aisló, evitó a la prensa y cuando finalmente volvió al octágono… Amanda Nunes la destrozó en 48 segundos.
Con esa pelea, quedó claro que su tiempo en la UFC había terminado. Ya no era la depredadora, ahora era la presa.
De las MMA a la WWE: la jugada millonaria
En lugar de seguir peleando y arriesgarse a más derrotas humillantes, Ronda hizo algo inteligente: se fue a la WWE. Y ahí sí que le supo sacar jugo a su imagen.
Como luchadora de entretenimiento, no tenía que recibir madrazos de verdad y podía hacer lo que mejor sabía: vender su personaje. En la WWE fue campeona, protagonizó WrestleMania y se convirtió en una de las caras de la empresa.
Ya no tenía que demostrar nada, ya no tenía que pelear por su vida en una jaula, y aún así, seguía cobrando cheques con varios ceros.
¿Qué sigue para Ronda Rousey?
Hoy en día, Ronda sigue en la WWE de manera esporádica, pero ya no es la misma estrella de antes. En los deportes de combate, el tiempo no perdona, y siempre llega alguien más joven y más rápido para quitarte el trono.
Sin embargo, lo que hizo en la UFC nadie se lo puede quitar. Fue la primera gran estrella femenina del MMA, abrió las puertas para que otras peleadoras brillaran y demostró que las mujeres también pueden ser protagonistas en los deportes de contacto.
Quizá su legado no sea el de la peleadora invencible que una vez pensamos, pero sí el de una pionera que cambió las reglas del juego.
Así que ahí lo tienes: Ronda Rousey, la mujer que dominó la UFC, cayó con estrépito, pero supo reinventarse para seguir ganando billetes. ¿Leyenda? Sin duda. ¿Intocable? Ni de chiste.
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